2004
Introducción
Este trabajo pretende teorizar y conjeturar una serie de medidas que intentan buscar una solución a un problema que aqueja a una fracción importante de la sociedad: el desempleo.
No es necesario recurrir a las estadísticas y números alarmantes que algunas de ellas reflejan, para afirmar que el desempleo es una preocupación capital para Occidente y que los problemas que de él se derivan tienen un alto coste para quienes padecen sus consecuencias directamente como para la sociedad en general.
No es el propósito de este trabajo buscar las causas primeras -si es que las hay- de esta problemática, sino partir del enunciado de que ella existe y que los profesionales de las ciencias sociales y la salud y la sociedad en su conjunto, tienen que buscar soluciones a este reto de nuestro tiempo.
Específicamente, me referiré a las mujeres desempleadas y a las particularidades que muestra este grupo, focalizando en aquéllas que están situadas en los estratos más bajos de la sociedad y quienes, por este motivo y otros que serán estudiados, se encuentran más alejadas que otros grupos sociales, de poder reinsertarse en el mundo laboral. Las mujeres se encuentran en una posición de vulnerabilidad con respecto a los hombres, ya que aunque haya habido cambios de posturas y aquellas hayan ganado derechos en varios ámbitos de la vida social y pública, todavía nos encontramos frente a grandes diferencias y desigualdades entre los sexos.
Ya que el tema presentado debe ser expuesto a través de una extensa red de campos conceptuales y semánticos, lo trataré de manera que permita un entendimiento de sus más destacados componentes.
En un primer momento de este estudio, haré una revisión de los conceptos y teorías relacionadas con el desempleo para poder definir cuáles son las líneas de acción que deben demarcarse con respecto a esta materia. Los efectos psicológicos y sociales que padecen quienes están desempleados son de una amplia variedad y dependen de diferentes marcos situacionales.
En segundo lugar, una revisión sobre el estrés y sus implicaciones será llevada a cabo. En este apartado, estudiaré las propuestas teóricas más relevantes sobre el tema y sus posibles efectos al ser implantadas como respuesta al problema planteado. No todas las personas responden a una situación dada de la misma manera. Hay quienes desarrollarán una patología por no poder responder adecuadamente a un estímulo catalogado como altamente estresante, mientras que otros pueden mejorar sus habilidades de afrontamiento o de otro tipo ya que han percibido el mismo evento como un desafío al desarrollo personal.
Un tercer momento será el de reflexionar sobre las relaciones existentes entre la mujer, el desempleo y el estrés. Cabe aquí anticipar que nos encontramos frente a la trama de una importante red de conceptos y relaciones humanas y materiales, que no puede ser tomada como una simple consecución de causas y efectos. Las relaciones que aparecen entre estos tres conceptos principales, están mediadas por otras variables sociales, culturales e individuales que hacen que se pueda definir al problema como un objeto complejo. Es necesario entrever las distintas posiciones que toman las mujeres frente a situaciones estresantes provocadas por el desempleo y sus respuestas frente a este hecho común. Los enfoques estarán dirigidos hacia los grupos de mujeres de clase baja que no poseen una consistente formación ocupacional y están, por lo tanto, en una situación desfavorable frente a la posibilidad de encontrar empleo y participar de la actividad colectiva.
Por ultimo, se plantea la creación de un grupo de autoayuda para mujeres desempleadas, que tendrá como objetivo cambiar las condiciones materiales, sociales y psicológicas de quienes recurran a él. En este proyecto, el concepto de apoyo social desempeñará un papel de gran importancia y será también objeto de una revisión teórica, ya que para esta temática tiene un valor vital y es necesario despejar dudas que puedan hacer que el grupo de autoayuda fracase. Quienes se encuentran fuera del mundo del empleo sufren las consecuencias de la reducción de las redes sociales, las que en momentos estresantes del ciclo vital pueden cumplir una importante actuación frente a los efectos negativos de aquéllos. Por esta y otras razones que se desarrollarán más adelante, se plantea que el grupo de autoayuda tiene especial relevancia para las mujeres desempleadas que acudan a él, tanto por el soporte emocional que puede proveer como por el soporte material que éste propone desempeñar.
Desempleo: Aspectos Psicosociológicos e Implicaciones Teóricas y Prácticas
Como se ha dejado entrever en la Introducción, el problema del desempleo es considerado uno de los problemas más apremiantes dentro de las sociedades occidentales. Tanto si nos referimos a los países industrializados como a los denominados en vías de desarrollo, y teniendo en cuenta las diferencias existentes entre ambos, encontramos que los problemas relacionados con el desempleo acarrean consecuencias negativas tanto a niveles macro y microsociales como individuales. Es esta gran relevancia del tema lo que debe fomentar la búsqueda de respuestas por parte de los profesionales relacionados.
Es necesario antes de comenzar a analizar el desempleo, referirse al empleo y sus características y sus efectos sociales e individuales tanto positivos como negativos. En todas las sociedades, el hombre debe realizar trabajos y actividades varias para subsistir y asegurarse la continuidad de la vida. En la actualidad de nuestras sociedades occidentales y capitalistas, el empleo es una de las formas más extendidas de trabajo, siendo este último término más amplio. Hablar de empleo implica una forma contractual y pactada de trabajo, de cuyo resultado se obtiene un beneficio monetario a cambio. Tanto el empleo como otras formas activas de buscar resultados y lograr objetivos son considerados trabajos, pero no todas estas acciones pueden ser entendidas como empleo. Como ejemplo, citaré a las amas de casa, que sin recibir una compensación económica a cambio de las actividades domésticas, están desempeñando un trabajo al que nadie llamaría empleo.
Considero más apropiado el término desempleo al de desocupación, ya que en este estudio me referiré a las consecuencias que trae el hecho de no tener un empleo, aunque sí se pueda acceder al mismo tiempo a otras ocupaciones que no suplen el rol del primero.
Se debe destacar que el salario percibido por el trabajo realizado no es el único motivo por el que la gente trabaja o quiere hacerlo. El empleo representa una dimensión fundamental en la experiencia de las personas, desempeñando diferentes funciones psicológicas, sociales y económicas, y modelando aspectos de la personalidad de variadas maneras.
Por supuesto, desestimar la dimensión económica del empleo implica caer en sesgos importantes e idealizaciones, que más que acercarse a la realidad que se pretende estudiar, nos sitúan frente a un gran cúmulo de hipótesis que solo responden a intereses teóricos. Muchas investigaciones sociológicas y psicológicas han intentado un acercamiento a la problemática del desempleo, pero al olvidarse que es la economía del desempleado y su familia la primera en sufrir las consecuencias, han dejado de lado factores que no son accesorios, sino inmanentes a la cuestión.
Perder el empleo es perder los ingresos monetarios, lo que se traduce en un descenso en la calidad de vida. Cabe recordar que no para todos los individuos y grupos sociales esta pérdida significa lo mismo, aunque sí acarree en todos ellos diferentes consecuencias en los ámbitos psicológico y social. ¿Pero qué ocurre cuando el desempleo se instala en las familias de escasos ingresos ocasionando un brusco deterioro económico que afecta a la salud, la alimentación, el acceso a una vivienda, a la educación y a la integridad como seres humanos? Aparecen aquí los problemas del desempleo y la pobreza, dimensiones íntimamente relacionadas y objetivos de diferentes campañas políticas, que hasta el día de la fecha no se han visto resueltas.
Pero como ya he citado anteriormente, quedarse sin empleo conlleva además la pérdida de diferentes experiencias, las cuales han sido consideradas como fundamentales para la salud mental y el bienestar de los seres humanos.
M. Jahoda hace referencia a cinco aspectos del empleo:
- la estructuración del tiempo
- la ampliación de los contactos sociales
- la participación en metas colectivas
- el status y la identidad personal
- la actividad regular
Estas cinco características, que no son los objetivos del empleo pero sí parte inherente por la institucionalización que se ha hecho de ellas, pueden ser tomadas para estudiar los efectos que ejerce la falta de un empleo en las personas y los grupos sociales.
Las investigaciones realizadas en el campo hacen hincapié en el aburrimiento y la incapacidad que tienen las personas desempleadas para organizar su tiempo, la pérdida de lazos sociales que se habían entablado entre compañeros, el sentirse inútil y excluido de la sociedad, el descenso de los ingresos económicos y la desestabilización de la identidad ocupacional-social, además de la consiguiente falta de actividad que mantiene a los seres humanos en contacto con el mundo y sus transformaciones.
Hay que resaltar que estas funciones no responden a un patrón de universalidad tal que configura al empleo como necesidad propia de la humanidad. Más bien se trata de una construcción histórica y social que a través de los siglos y las transformaciones político-económicas ha ido dando forma a los diversos trabajos realizados hasta haberse erigido el empleo como categoría sustancial en nuestra sociedad.
Así las cosas, estar sin empleo significa también no tener acceso a estas categorías que tienen un importante papel en el mantenimiento del bienestar psicológico de las personas.
Quienes se encuentran por fuera del mercado laboral padecen los efectos nocivos del desempleo por la privación al acceso de las categorías de experiencia citadas. El día se desestructura y pierde su sentido, teniendo el sujeto la percepción de que el tiempo deja de ser útil, siendo el aburrimiento el que toma el relevo de la vida cotidiana. A pesar de tener todo el tiempo disponible, la mayoría de los desempleados no pueden ponerse obligaciones que cumplir y demarcar así qué hacer en cada momento de la jornada. Las horas pasan acompañando la inactividad. Teniendo la presión de la falta de ingresos monetarios, es difícil poder dedicarse al ocio o a realizar actividades que puedan atraer a quienes están sin trabajo. Además, hay que destacar aquí que el ocio como tal pierde su sentido, ya que para definirse debe considerarse el suplemento al tiempo ocupado, es decir, aquel que se ha perdido y vaciado de sentido.
Asimismo, tener un empleo compromete a las personas en diversas redes e intercambios sociales, los que expanden el campo de contactos de quienes desarrollan su trabajo en el marco del mercado laboral. Por supuesto, cada empleo en particular acercará a los sujetos a determinados encuentros con otros, aunque independientemente de la amplitud y calidad de estas relaciones, todos se ven expuestos a una mayor sociabilidad y red de personas con quienes entablar diferentes tipos de vínculos.
Quienes están privados de un empleo lo están también de contactos sociales, siendo el aislamiento un factor de riesgo para futuros síntomas depresivos y otros malestares que atacan al bienestar socio-psicológico del ser humano. Perder lazos de compañerismo y sentirse por fuera de las metas comunes son secuelas asociadas con la pérdida del empleo, lo que supondrá un impacto importante a la salud. Es sabido que las redes sociales cumplen un importante papel en los momentos estresantes del ciclo vital, por lo que perderlas además de haber perdido ya el empleo, supone una amenaza al equilibrio personal.
En relación con este punto se encuentra el de ser partícipe de las metas de la comunidad en la que se desarrolla la vida de los sujetos. El trabajo es el nexo que une a los individuos con su medio a través de la creación de bienes y servicios que están a disposición de los integrantes de la sociedad, emergiendo así el sentirse útil y el formar parte de la vida en común. Quienes están por fuera de la cadena productiva pueden verse afectados por la degradación que causa el evaluarse como parásito o el no verse implicado en los propósitos comunes.
El trabajo es también parte integral de la identidad humana, configurándose ésta de manera importante alrededor de las tareas que lleva a cabo la persona. Se crean fuertes lazos identificatorios entre lo que uno hace y lo que uno es, aunque haya que dejar claro que en las tareas descalificadoras o de bajo status operan otro tipo de procesos. Un puesto laboral es también cimiento para el status social, y no sólo dependiendo de los ingresos que aquel pueda proveer. Es un fragmento significativo, pero al que debe sumarse la categoría que la tarea lleve asociada, ya que algunas son de gran valor simbólico para la sociedad y otras se hayan en los bajos escalones de la misma. Verse despojado de las tareas que se realizaban trae aparejado un derrumbe en la identidad y el status, los que se sostenían en el trabajo desempeñado. Aquí es necesario hacer un paréntesis con respecto a los trabajos deshumanizadores, ya que en muchos de éstos habría que estudiar si no trae un beneficio para la identidad el estar alejado de las tareas que socavan la identidad personal.
Por último, sabemos que el trabajo y el empleo sumergen a las personas en la actividad diaria y las responsabilidades, las cuales tienen un importante valor para el bienestar psicológico. El ser humano necesita hacer, crear, desarrollar y desempeñar diversos quehaceres que lo mantengan en actividad, dándole así sentido a la vida. La pérdida del puesto de trabajo deja a las personas sin esta actividad diaria a la que se hizo referencia, produciendo así un desajuste en el bienestar psicosocial que se debe en parte a la inactividad a la que se ven compelidos los desempleados.
Tal es la situación, que los seres humanos se ven empujados a buscar un empleo y desarrollar actividades útiles para la comunidad en la que viven, estando éstas íntimamente relacionadas con el status social y la identidad personal. Estas funciones sociales y psicológicas, por lo tanto, tienen un sustento socio-político y económico que se haya enraizado en nuestras representaciones y concepciones sociales, que satisfacen así necesidades que, aunque de distinto orden, responden a las pautas culturales que les dan forma.
Cabe señalar que el empleo no solo brinda a los sujetos beneficios relacionados con la consecución de las tareas. El empleo es muchas veces causa de patologías y malestar, de alienación, estrés y degradación. Los avances tecnológicos producidos en el siglo XX no han podido contrarrestar los aspectos más descalificadores del trabajo. Existe una serie de tareas que por sus particularidades conllevan malestar y perjuicio para quienes las desarrollan, siendo éstas las menos rentables tanto económica como moral y psicológicamente. Ahora bien, a pesar de que estos empleos son para los sujetos fuente de displacer, aportan en ellos las categorías de experiencia necesarias para satisfacer las necesidades humanas relacionadas con la actividad. La discusión aquí sería amplia y extensa, ya que todavía queda mucho por mejorar en esta materia y no se trata de que todos desarrollen actividades para saciar las funciones que ellas propician, sino que hay que buscar el modo en que las actividades satisfagan estas necesidades sin daños colaterales para quienes las llevan a cabo. No es mi propósito desarrollar el tema del empleo y sus beneficios y perjuicios, sino hacer una revisión de este tema para sí explorar las consecuencias que el desempleo produce.
¿Qué pasa entonces con el desempleo? M. Jahoda nos recuerda que varias investigaciones han señalado que las personas prefieren tener una tarea alienante y relacionada con un bajo status social a no tenerla. En el primer caso, hablamos de una actividad que aporta las categorías de experiencia con muchas deficiencias y calidades que pueden ir desde lo más degradante hasta grados menos intensos de malestar. En el segundo, nos encontramos frente al caso donde ya no existe el origen de esas categorías y sus cualidades. Es este el punto de viraje entre el tener y el no tener un empleo. Y quienes no lo tienen están por fuera de estas categorías, aunque luego se conviertan en parte de otra: los desempleados. Por supuesto, este grupo es heterogéneo, y las diversidades que podemos encontrar dentro de él son tan amplias como las existentes en la sociedad misma. De todos modos, este grupo comparte la situación de verse incapacitado de desarrollar una tarea que le proporcione las experiencias que el empleo provee.
Si estuve este tiempo hablando de lo que el empleo proporciona al ser humano, es porque hay algo más que la retribución económica percibida por éste. Por supuesto, hay que recordar que en muchísimos casos el desajuste económico producido por el desempleo puede convertirse en la mayor fuente de preocupaciones y carencias, hasta llegar a la pobreza más aguda, pero si tomamos por ejemplo a quienes no sufren estas necesidades, encontraremos que este grupo también se ve privado de los demás aportes que el empleo suministra.
Pese a que existe literatura que indica que algunos grupos sociales no tienen interés en el trabajo y prefieren vivir de los subsidios que pueda brindarle el Estado, en los países donde esta posibilidad es factible, la mayor cantidad de datos empíricos resaltan que quienes están sin empleo se encuentran en su búsqueda, la han intentado o la han abandonado por lo poco fructífera que ha resultado, pero el vivir de lo que el Estado de Bienestar pueda dar es solamente una salida para algunos casos específicos. Otro ejemplo que se puede citar es el de los ejecutivos y profesionales sin empleo que no tienen necesidades económicas aunque se hallen sin su puesto de trabajo. Este grupo se muestra sufriendo la pérdida de las experiencias que el trabajo ofrece más que la falta de la remuneración obtenida por él, y salta aquí a la vista que lo que estas personas buscan es satisfacer las necesidades psicológicas y sociales que sólo el trabajo puede colmar.
Entiéndase que no estoy haciendo aquí una defensa del empleo y sus cualidades. Me limito a mencionar el estatuto que ha ganado en nuestras sociedades y las necesidades – socialmente creadas – que éste es capaz de saciar. Como tal, este estudio trata los problemas del desempleo comparándolo con el empleo, pero no pone en cuestión – aunque sea un tema de relevante importancia – al empleo mismo y su configuración actual y sus orígenes.
Es entonces momento de afirmar que el desempleo origina una gran variedad de malestares que se van a relacionar con los diferentes aspectos y funciones que cumple el desarrollar una actividad cotidiana denominada empleo, dependiendo de la situación socioeconómica en la que se encuentren los sujetos y según también sus singularidades personales. El significado que va a cobrar el hecho de estar desempleado no será el mismo para todos, aunque existan puntos en común entre ellos y necesidades similares por zanjar. Cabe también poner de relieve que el desempleo por sí solo no es causa de los males que se le atribuyen, sino que debe de estar sostenido por otras variables, tanto sociales como económicas y psicológicas, para que sus resultados sean catalogados como perjudiciales.
Si enfocamos únicamente el malestar económico causado por el desempleo, podemos entonces pensar que al brindar un subsidio a quienes se encuentran en tal situación, estamos solucionando el problema. Pero un subsidio no puede suplir la falta de un salario, aunque sea la mejor alternativa frente a la pérdida de este último. En principio, porque la cantidad monetaria es inferior y, además, porque debemos tener en cuenta que sólo una parte de la población desempleada tiene acceso a tales beneficios. Es así como deben empezar a buscarse otras alternativas que acompañen a los subsidios para paliar la crisis que ocasiona el desempleo.
Hay que dar importancia a las categorías de experiencia que el empleo provee, y de esta manera desarrollar iniciativas que faciliten equivalentes que eviten el declive del bienestar psicológico y mantengan a los sujetos integrados y activos, suministrándoles el sentimiento de pertenencia a la comunidad. Aquí, el papel de los psicólogos sociales es de gran relevancia, ya que son quienes pueden poner en marcha acciones encaminadas a cumplir con tales objetivos. El grupo de autoayuda que será analizado en el último apartado trata de aportar ideas y acciones en este sentido.
En resumen, el desempleo es un hecho que influye negativamente en gran parte de quienes lo sufren y trae asimismo consecuencias también negativas para la sociedad en su conjunto, ya que ésta se ve afectada en su producción e intercambios económicos, a la vez que sus elementos individuales interactúan de manera tal que se retroalimenta el malestar que produce la falta de trabajo. Por supuesto, no se deben olvidar los factores personales que juegan su papel en esta temática, pero situarse solo desde esta perspectiva significa asumir el modelo psicologista y reduccionista que, finalmente, termina por inculpar a quienes se encuentran en la situación de desempleo, buscando motivaciones individuales a un problema social y económico que se haya instalado de manera estructural en el mundo capitalista. Es necesario entonces analizar las variables socio-políticas y económicas como así también las personales y grupales para poder ampliar el panorama y dirigir intervenciones que se centren en todos los aspectos del problema y no se queden solamente en una actitud propagandística de aplacar los efectos más visibles.
Estrés: Abordajes Conceptuales y Modelos de Acción
Es necesario para comprender el concepto de estrés en todas sus dimensiones tomar la perspectiva interaccionista y situarse tanto sobre la vertiente social como la psicológica, y así no perder su riqueza teórica y sus consiguientes resultados prácticos. El estrés es el resultado de la relación que se establece entre el sujeto y su medio cuando la presión ejercida de este último sobre el primero es evaluada de manera tal que sus consecuencias puedan ser percibidas como indeseables e incontrolables. El ciclo vital de los seres humanos está marcado por diferentes eventos que rompen la homeostasis de quienes atraviesan la situación, los que serán considerados eventos estresantes, y cuyos resultados pueden derivar en patologías, en crisis momentáneas o en circunstancias que no tienen retorno al estado anterior.
Cada situación o evento estresante causará efectos que se relacionen directamente con el área implicada, siendo necesario delimitar su alcance y tomar el contexto inmediato donde se desarrolla la acción, además de no perder de vista las características individuales de los sujetos en cuestión. Sin embargo, podemos aislar rasgos comunes a los eventos estresantes y variables aplicables a todos ellos. Independientemente de cual sea la fuente de estrés y el campo vital afectado, la persona deberá afrontar al suceso en sí y las emociones y afectos que lo acompañan. Ante todo, debe existir una evaluación que considere al evento como estresante y capaz de producir resultados indeseables. El mismo evento puede ser causa de estrés para un sujeto y no para otro, ya que aquí juegan un importante papel las variables contextuales inmediatas y macrosociales, que actúan sobre y se conjugan con las individuales para darle a la situación su característica singular. El status social y económico, la educación recibida, la coyuntura histórica, la salud o enfermedad bio-psico-social, las peculiaridades individuales y familiares y un largo etcétera, se combinan para que la apreciación no sea la misma en todos los casos. En algunos, puede ser considerado como incontrolable, en otros como desafiante y, en otros, quizás sea juzgado como un evento de poco interés o relevancia. Además, un evento puede variar de sentido según el sujeto evalúe sus medios para afrontarlo y su situación inmediata. Volviéndome ya sobre el desempleo, digo que éste será seguramente causa de estrés para quien suponga una amenaza a su economía, su identidad o afecte directamente las áreas mencionadas anteriormente, y de cuya estimación se deduzcan resultados adversos y sentimientos de la misma magnitud. Para otros, el desempleo puede ser en un primer momento fuente de estrés, pero si luego, se lo entiende como una oportunidad para el crecimiento personal y la consecución de un mejor empleo, cambiará su significado y, al generar otras expectativas y acciones en el sujeto, puede transformarse en un evento de importancia positiva. Así también puede ser causa del alivio del estrés sufrido a causa del trabajo desempeñado y no considerarse entonces fuente de estrés. Para el mismo evento, hay diversos resultados y combinaciones posibles que irán acordes al marco contextual e individual. Cabe resaltar que más que la controlabilidad o no de un evento, es la indeseabilidad del mismo el factor que determina su condición de estresante. Su controlabilidad no es visible en su aparición, y requiere que el sujeto determine, según sus habilidades de afrontamiento disponibles, si cae por fuera o no de su esfera de acción. Aparecen aquí también las emociones que el acontecimiento acarrea, y el sujeto no solamente tiene que medir los efectos que por sí solo el hecho produce, sino también las consecuencias de las emociones y sentimientos que aquel despierta. Es necesario por parte de la persona implicada, que valore el alcance de las características objetivas de la situación para así poder emprender conductas de afrontamiento dirigidas al problema cuando es solucionable y las requeridas para controlar al mismo tiempo las emociones, y diferenciar cuando el problema es incontrolable e inmodificable por parte del sujeto. En este último caso, las conductas de afrontamiento deben enfocarse hacia las emociones buscando respuestas al malestar que éstas conllevan, pudiéndose de esta manera reducir el estrés según se apliquen diferentes estrategias. Por supuesto, en todo suceso estresante son requeridas las acciones para afrontar a éste en sí y las emociones asociadas, aunque dependiendo de cómo haya sido evaluado, las mismas se inclinarán hacia la solución del problema o hacia los afectos derivados del mismo. Es capital que se lleve a cabo un correcto examen de la situación, ya que tratar de solucionar un problema dirigiendo las estrategias de afrontamiento a un hecho que no puede ser modificado por las acciones del sujeto, crearán en éste un mayor estrés y desgaste al suponer un esfuerzo cuyo objetivo es inviable. Se puede también poner por ejemplo el caso en el que un acontecimiento que sí puede ser controlado por parte de quien se encuentra en la situación, sea evaluado de manera tal que únicamente posibilite conductas destinadas a controlar las emociones, y de esta manera se pierda la posibilidad de ejercer la influencia sobre el medio, con el consiguiente beneficio para la persona.
Es de suma importancia que se tenga en cuenta que cuando se habla de situación de estrés, la persona no se encuentra sola ante aquélla, sino que está inmersa en un contexto social, determinada a su vez por variables políticas y económicas, además de las familiares y grupales.
Las redes sociales cobran aquí un valor de suma importancia, al igual que el apoyo social. Este último puede ser entendido, de acuerdo a Lin, como “las provisiones instrumentales y/o expresivas, reales o percibidas, aportadas por la comunidad, redes sociales o amigos íntimos”. Investigaciones en el tema consideran al apoyo social teniendo un efecto directo y continuo durante la vida y a través del cual se logra incrementar el bienestar en las personas. En otras investigaciones, es catalogado como mediador y protector en la situación de estrés, actuando para atenuar sus influjos. Podemos decir que las redes sociales ejercen sus influencias de ambas maneras, siendo su aporte de gran importancia para la adquisición de conductas de afrontamiento durante el desarrollo de la persona e interviniendo en el evento estresante como moderador y apaciguador de sus efectos. En ambos sentidos, las investigaciones señalan la gran trascendencia que tienen las redes sociales para la persona estresada.
Así, se pueden distinguir tres funciones básicas:
- de apoyo emocional
- de apoyo material o instrumental
- de apoyo informacional.
La primera se refiere a las demostraciones de afecto, amor, cuidado, etc. que recibe una persona de otros y la disposición de estos últimos para hablar. Incluye aquellas acciones que demuestran al sujeto su pertenencia a un grupo, con sus derivados beneficios para la salud y el bienestar. La segunda incluye aquellas acciones dirigidas a la resolución de problemas prácticos, el suministro de bienes o de otro tipo de conductas que ayudan a las personas en la consecución de tareas, aliviando así el estrés que se asocia a ellas y/o permitiendo la realización de otras que llevan asociadas el bienestar para quien se encuentra en la situación de estrés. Con respecto a la tercera, es definible como la acción encaminada a brindar información y consejos al sujeto, a fin que éste pueda re-evaluar la situación o utilizar otras estrategias para el afrontamiento del estrés, incrementando así el repertorio de posibles respuestas. Es necesario resaltar que en las conductas de apoyo social suelen confluir todas las funciones, siendo éstas muchas veces, difíciles de separar unas de otras, aunque en otros casos se pueda identificar a alguna de las funciones como la principal o la más sobresaliente.
Es necesario tener en cuenta que para que una acción de apoyo social esté encaminada a reducir los daños producidos por el estrés, deben darse otra serie de factores que, no siendo accesorios, marcan la diferencia entre una conducta efectiva de otra que no lo es. Aquí me refiero a las características de quien da el apoyo social, ya que no es indiferente de quien se recibe la ayuda. Asimismo, este apoyo debe darse en el momento adecuado, adaptándose a las necesidades de la persona estresada. También hay que tener en cuenta la duración de este apoyo y las finalidades del mismo.
Las variables mencionadas anteriormente pueden amalgamarse de diversas formas, dando así resultados diferentes. Pero lo que aquí interesa es adentrarse en aquellas coyunturas donde los afectados no pueden recurrir a las redes, ya sea por la inexistencia de éstas, por su poca operatividad para hacer frente al evento estresante o porque son a su vez, origen de otras situaciones de estrés. Aquí se plantea la intervención del psicólogo social en la creación de grupos que provean a los participantes de redes de sociales que funcionen como apoyo o su respaldo en la recuperación de la efectividad del grupo ya existente.
El ser humano es humano en su sociabilidad, y aunque se dirija hacia la autonomía a través del crecimiento, siempre necesita del apoyo social para afrontar los eventos estresantes del ciclo vital. Si consideramos que este apoyo es un importante moderador del estrés en la situación ideal donde se ha producido un correcto desarrollo hacia la individualidad, lo será mucho más en aquellas condiciones donde tal proceso de autonomía se ha llevado a cabo de forma deficiente, sin haberle otorgado al sujeto las posibilidades de la incorporación de una variedad de conductas de afrontamiento. Quienes se encuentran en el aislamiento, la marginación o el desamparo, serán quienes tengan más dificultades de afrontar efectivamente los hechos estresantes y de esta manera estar más expuestos a las patologías que puedan derivarse de ellos. Es importante subrayar que las clases sociales más desfavorecidas son las más proclives a padecer mayor cantidad de sucesos estresantes, dado el estándar de vida que mantienen y las presiones a las que se hayan sometidos por el medio, a la vez de encontrarse en una posición de desigualdad que los priva de acceder a los recursos existentes para hacer frente al problema. Para estos grupos, hechos de fácil resolución para quienes tienen y han tenido acceso a los recursos materiales y psicológicos necesarios para incrementar el abanico de respuestas de afrontamiento, se convierten en eventos desestabilizadores y fundamento del estrés causado por los mismos. Por ende, son quienes corren más riesgo de sufrir patologías relacionadas con el estrés, las cuales surtirán a su vez su efecto negativo sobre las posibilidades de desplegar otras estrategias.
Estos motivos deben animar a los trabajadores del campo a implementar programas que contemplen las desventajas que socavan las acciones destinadas a manejar los eventos estresantes de los grupos de riesgo y así, desarrollar en ellos tales conductas de afrontamiento, acercándolos también a los recursos materiales disponibles en la comunidad. Todas las personas, sin tener en cuenta la clase social a la que pertenezcan y las características particulares que los definan, se enfrentarán a hechos estresantes inevitables. La cuestión es si el ciclo vital se encuentra signado por una amplia variedad y cantidad de eventos estresantes que provocan continuadas crisis que acometen contra el bienestar, o bien, si se caracteriza por la aparición de eventos estresantes puntuales que pueden ser afrontados o, en su defecto, paliados a través de los recursos a los que se tiene acceso. Gran variedad de sucesos estresantes pueden ser evitados y/o controlados sin que su resultado sea una importante desestabilización u origen de malestar o patologías. Ya que quienes tienen menos patrimonio material, psicológico y educacional son aquellos más próximos a sufrir el estrés causado por los requerimientos del medio y la falta de respuestas adecuadas, son quienes deben ser el objetivo de las intervenciones psico-sociológicas. Estas personas necesitan incrementar su repertorio de conductas para afrontar el estrés y apoderarse de las demás herramientas disponibles en la sociedad para responder adecuadamente a las demandas a las que se encuentran expuestos.
Las Mujeres Frente al Estrés del Desempleo
Este apartado hará referencia al grupo de mujeres afectadas por el desempleo y el estrés que de él se deriva con el fin de definir las variables que se juegan en la temática y delinear estrategias que reviertan la situación o brinden alternativas a la misma.
Tal como lo he presentado anteriormente, existen variables que determinan que un evento sea considerado estresante o no. El género representa un importante moderador del estrés, a la vez que tiene un papel cardinal en el área del trabajo y el empleo.
Cultural e históricamente, la mujer se ha visto confinada al reducido espacio de la vida doméstica, encargada de las tareas de cuidado y apoyo emocional a la familia, al desarrollo como madre y esposa, pero alejada y excluida de la vida social y pública, y del crecimiento personal. Su relación con la economía se ha basado únicamente en la administración de los bienes generados por el hombre para el mantenimiento de la familia y el hogar. Su status social, por consiguiente, se encuentra devaluado en comparación con el de su contraparte masculina, de quien depende tanto material como psicológica y socialmente. A partir de la Revolución Industrial, la mujer se ha volcado al mercado y a la producción, pero acorde a su degradado rol, ocupando los lugares más desvalorizados y realizando tareas alienantes, cuyas retribuciones económicas se encuentran muy por debajo de las percibidas por los trabajadores varones. A pesar que en transcurso del siglo XX se han sucedido una serie de trascendentes cambios con respecto a la situación de la mujer y su marginalidad, seguimos presenciando día a día las desproporciones existentes entre ambos sexos. Especialmente, en el mundo laboral, las divergencias son altamente notorias y significativas. Además de la especialización por sexos de las diferentes tareas, de las cuales aquellas “femeninas” aparecen como las menos retribuidas y valoradas económica y socialmente, dentro de un mismo sector, las diferencias entre hombres y mujeres se reflejan en los bajos salarios percibidos por estas últimas, las trabas existentes para el crecimiento y desarrollo de una carrera y la consabida discriminación en otras áreas por cargar con el estigma de ser “madre y esposa”. Las representaciones sociales que giran alrededor de los géneros, atribuyen a las mujeres diferencias significativas con respecto a los hombres, pero siempre en detrimento de sus capacidades. Prejuicios de todo tipo encasillan a las mujeres a unas pocas tareas, siempre en relación con su rol de cuidadora y alejada de aquellas otras que implican responsabilidades, además de un alto status social. En la actualidad, la mujer ha podido ingresar en la mayoría de las áreas laborales, pero no ha sido sin arduas dificultades. Es esta desproporción con respecto a los hombres en el mundo laboral, lo que la sitúa en una clara posición de riesgo a sufrir las consecuencias derivadas de la precariedad en el trabajo y el desempleo. A través de la educación formal e informal, los estereotipos y valores predominantes y las concepciones sociales, las mujeres son orientadas a las zonas previamente señaladas y poco incentivadas a la participación en el mundo público, sufriendo entonces carencias en la adquisición de habilidades que las colocan en una clara desventaja a la hora de su ingreso en el mundo adulto y su desarrollo en la esfera social. Si a esto le adicionamos que pertenecen a un grupo marginal por su clase social, etnia, inclinación sexual u otras características, estamos frente a un panorama desolador.
Las mujeres conforman, evidentemente, un grupo de riesgo que se encuentra más proclive que otros a sufrir las consecuencias del estrés laboral o desocupacional. No se puede dejar de lado el hecho de que las mujeres, con empleo o sin él, son quienes llevan a cabo las tareas domésticas, viendo así incrementada su jornada laboral y obteniendo ninguna o pocas retribuciones a cambio. El mercado laboral tiene menor capacidad para el sexo femenino, lo que le exige mayores competencias para el acceso y al alto precio de sufrir mayores malestares que sus semejantes masculinos. Le desocupación, por ende, se sitúa en escalas desiguales para ambos sexos. La proporción de desocupados y desocupadas indica que los primeros se encuentran mayormente insertados en el mundo del trabajo, siendo quienes ven menos comprometida su salud y bienestar por los problemas que se derivan de las condiciones de algunos y la falta del mismo.
Investigaciones en el tema resaltan diferencias en sus resultados. Algunas concluyen que las mujeres son más propensas a sufrir los perjuicios derivados del estrés desocupacional por encontrarse más alejadas de la reinserción y así padecer por un lapso más extenso en el tiempo, mientras que otras señalan que las mujeres se ven menos afectadas por poder retornar a su tradicional rol de ama de casa y encontrar de esta manera una alternativa al empleo. Otras investigaciones no encuentran diferencias entre los sexos y el estrés sufrido por la pérdida del puesto de trabajo o la no-consecución del mismo.
Debemos ahora introducirnos en las variables que juegan su papel relacionadas con el apoyo social y las diferencias psicológicas que atañan a las mujeres. Por medio de los mecanismos de socialización, las mujeres son orientadas ambivalentemente hacia el rol tradicional y pasivo de madre y esposa, a la vez que se las prepara para el mundo del trabajo, aunque con deficiencias con relación a los hombres. Esta discordancia, priva al sexo femenino de desarrollar las mismas habilidades y características, que serán las que necesiten luego para afrontar los eventos estresantes y las crisis del ciclo vital. Tal como fue mencionado anteriormente, para afrontar el estrés es preciso desplegar conductas que se aboquen al problema y busquen soluciones, como también otras que se dirijan a controlar las emociones que se derivan de la situación. Varias investigaciones establecen que las mujeres tienen mayores habilidades y estrategias enfocadas a las emociones que las que poseen los hombres, mientras que éstos desarrollan mejor estrategias dirigidas a la solución del problema. Por supuesto, otros investigadores sostienen que no han hallado diferencias en los modos y estrategias de afrontamiento en los sexos. De todas formas, y a pesar de los resultados antagonistas de las investigaciones, señalaré que el sexo femenino se haya en un lugar de desventaja, ya que para la sociedad en su conjunto, la desocupación femenina no es un problema de igual magnitud que la desocupación masculina. Siendo esta la situación, desde los gobiernos y las instituciones públicas y privadas, se da menor trascendencia a este hecho, por lo que las mujeres enfrentan el problema con menores recursos materiales disponibles en la comunidad. Se habla de iniciativas que ofrecen mejores posibilidades al grupo de mujeres que buscan trabajo para su inserción, pero luego, se comprueba que las mismas son en muchos casos estrategias políticas que no buscan el cambio en la coyuntura sino darle otro aspecto a la misma. En la misma situación se encuentran otros grupos desfavorecidos, como los minusválidos, inmigrantes y pertenecientes a otras etnias, toxicómanos, jóvenes, y personas con poca formación ocupacional. Todos merecen ser objeto de estudio y de búsqueda de alternativas, pero aquí solamente me ocupo de uno de ellos.
Los estudios mundiales sobre la pobreza hablan de la feminización de la misma, entendiendo que las franjas se encuentran mayoritariamente en la población de mujeres. Hay que recordar también los grandes cambios que se han producido en los últimos años con relación a la familia. El modelo tradicional, donde el hombre se encargaba de ganar los ingresos para el sustento de todo el grupo familiar, ha entrado en crisis y se ha visto desintegrándose en diversidad de modelos de familia. Actualmente, gran parte de las familias son sostenidas por la madre, ya sea porque el padre se encuentre en situación de desempleo o por su característica de ser una familia monoparental. Consiguientemente, los cambios económicos a escala mundial del siglo XX han conformado la vida de manera tal que ya no puede sobrellevarse el modelo de un único ingreso salarial. Y es aquí donde surge otro apoyo a las concepciones sociales que subestiman el empleo de las mujeres. Éste es entendido como una “ayuda” o complemento al del hombre, y sigue estando en una posición secundaria, aunque sea la mujer de la familia quien tiene superiores ingresos económicos. Es esta variable del valor disminuido del trabajo femenino el que hace que muchas mujeres no sufran el estrés relacionado con la pérdida del puesto de trabajo, ya que no se hayan altamente implicadas en él ni tampoco lo valoran como al trabajo realizado por los hombres. Quienes se ven más afectados por el estrés desocupacional son aquellos que se encuentran implicados en las tareas que desarrollan, tienen amplias expectativas con respecto al empleo y le otorgan un alto valor, tanto por las retribuciones económicas, como por las ganancias psicológicas que les aportan. Por supuesto, me refiero aquí a quienes no sufren un importante apremio económico que desestabilice toda la vida y la ponga en riesgo de caer en la pobreza. Por lo tanto, aquellas mujeres que se encuentren desempeñando tareas y/o profesiones con las cuales están ampliamente implicadas, por las que sostienen su identidad y status y reciben una retribución monetaria, se verán afectadas por el estrés que implica la pérdida del empleo tanto como los hombres. Para aquellas que la vuelta al rol de ama de casa no suponga otra fuente de estrés, probablemente puedan afrontarlo de mejor manera, re-evaluando la situación y pudiendo reemplazar el puesto perdido por las actividades domésticas. Para otras tantas mujeres, perder un empleo con el que se encontraban identificadas y por el cual experimentaban las categorías que proveen beneficios al bienestar, significará un evento estresante que a su vez, podrá verse incrementado si el retorno al rol de ama de casa es otra fuente de estrés. Diferentes investigaciones coinciden en señalar que las amas de casa sufren mayor cantidad de síntomas depresivos que las mujeres que están empleadas y en similar medida que aquellas que se encuentran sin empleo. El punto importante es saber qué acontece cuando estas mujeres se encuentran formando parte de las franjas poblacionales desempleadas y de bajos recursos materiales, y que poseen además una historia ocupacional marcada por la baja preparación, la poca estabilidad laboral y anteriores periodos de desempleo. Aquí nos encontramos ante una preocupante circunstancia que toca de cerca de multitud de mujeres. Aquellas pertenecientes a las clases desfavorecidas, se han visto empujadas a desempeñar tareas que requieren poca calificación, ya que el acceso a la educación no se reparte de maneras iguales entre los diferentes estratos sociales. Así, al encontrarse privadas de la formación para el mundo laboral, tienen solo la posibilidad de ingresar a los puestos de trabajo más desprestigiados y menos retribuidos, por lo que salir de la situación de pobreza o de bajos recursos se torna un cometido de difícil logro. Asimismo, las condiciones de estos puestos de trabajo, en su mayoría alienantes, desmoralizadores y poco valorados socialmente, actúan desmejorando las aptitudes y habilidades personales, corroyendo la autoestima y etiquetando a quienes los llevan a cabo, impidiendo entonces su futura reinserción en otros tipos de actividades. Es un círculo vicioso que se retroalimenta continuamente y que marginaliza cada vez más a las personas allí implicadas. De esta manera, se puede afirmar que el grupo de mujeres arriba delimitado, sufre grandes consecuencias derivadas del estrés desocupacional, ya que existen necesidades económicas y materiales urgentes que presionan desde el medio, a la vez que las respuestas de afrontamiento que puedan desplegar son limitadas por la situación de precariedad en la que se hayan. Si existen mayores posibilidades de sufrir estrés, entonces son mayores también las de padecer enfermedades que, a su vez, quebrantan las habilidades para afrontar el evento y dejan a la persona en una posición de desvalimiento aun mayor. Hay literatura que explica que muchas de las personas excluidas del mundo del trabajo lo están por motivos individuales, siendo la enfermedad o la baja formación en materia laboral responsabilidad de los sujetos y no un resultado de la convergencia de diversos factores. De esta forma, la enfermedad, que puede ser la secuela del estrés sufrido por la desocupación, pasa a considerarse el motivo por el cual no se sale de esa situación o se ha entrado en ella. Seguramente, nos encontraremos en muchos casos frente a este modelo, pero no se puede perder de vista que las concepciones que giran alrededor de la desocupación, la pobreza y las diferencias entre los géneros son el resultado de construcciones sociales que se han reificado en la sociedad de manera tal que presentan su aspecto como naturales, cuando en realidad no lo son. Muchos trabajos en el tema presentan diferencias en términos de respuesta según el sexo, pero lo que reflejan son las diferencias en los modos de socialización a los que son sometidos hombres y mujeres, demostrando que estas diferencias pueden ser sustituidas por la igualdad en la adquisición de aprendizajes y en las pautas de afrontamiento. Si volvemos ahora a aquellas investigaciones que no encontraban diferencias entre hombres y mujeres con respecto a los modos de afrontamiento al estrés y a cómo éste ha actuado sobre ambos, es porque se han tomado muestras de personas pertenecientes a la clase media y media-alta, donde las diferencias entre los géneros son menos significativas que en las clases sociales bajas. Las batallas ganadas por el feminismo en diversos terrenos ponen de manifiesto que el cambio social es posible por su misma cualidad, aunque los grupos de poder y los mecanismos institucionalizadores de la sociedad transmitan a través de las representaciones y concepciones sociales que las cosas son así por naturaleza.
De todas formas, y aunque es de suma importancia poder determinar cuales son las causas y variables que se conjugan para definir el problema, es necesario intervenir en él aunque sea prescindiendo de una causa e interrumpiendo el mecanismo de retroalimentación que lo define. ¿Se encuentran algunas mujeres desempleadas por las patologías preexistentes o sufren dichas patologías por el estrés derivado del desempleo? ¿Están en situación de pobreza por la pérdida del puesto de trabajo o es su condición de pobres lo que las aleja de las posibilidades de encontrar un empleo? Es capital encontrar la respuesta a éstos y a otros tantos interrogantes, pero hasta entonces es necesario buscar alternativas que supongan en un primer momento romper la cadena de hechos que posicionan a tantas personas en general y a muchas mujeres en particular en estas zonas de riesgo. Con respecto a las respuestas, me inclino a la multicausalidad de factores sociales e individuales, donde ambos se conjugan en un contexto específico y cuyo desenlace es el tema que vengo tratando hasta el momento. Las personas deben soportar las presiones del medio y de los otros, acomodándose así a los requerimientos, pero no se encuentran en una posición de determinismo social totalizador. Existe un margen de acción por el que cada sujeto modifica al medio y a las relaciones de éste con los otros, brindándole así la posibilidad de ejercer sus propios deseos e intenciones. Tampoco es el ser humano instrumento de su propia voluntad y características psicológicas, sino que éstas se ven moldeadas por su interacción con los otros y se van circunscribiendo de esta manera a ciertas pautas sociales establecidas. Pero para el estudio adecuado de la problemática, se debe valorar la magnitud que tienen las variables sociales y aquellas individuales. Ciertamente, en la pobreza y la desocupación, las circunstancias sociales tienen un gran peso, ya que culturalmente se transmiten pautas de conducta y valores acordes con la situación, las cuales modelan el psiquismo y forman a las personas de estos grupos sociales de manera deficiente, muchas veces privados de una correcta alimentación, salud, educación y calidad de vida digna. Las mujeres de las clases bajas, se ven además sometidas a unos procesos de socialización que las posicionan por debajo de los hombres del mismo status, siendo así marginadas dentro de los grupos marginados socialmente.
El estrés causado por el desempleo tendrá entonces mayor impacto en aquellos que se encuentran amenazados por las crisis económicas y han desarrollado menor amplitud de habilidades de afrontamiento por su misma situación de precariedad. A su vez, las barreras sociales excluyen a estas personas de los circuitos de intercambio social, quedando cada vez más relegadas y alejadas de las metas de la comunidad y de los recursos que ésta puede brindar como modo de enfrentar una situación de estrés.
Quienes en su trayectoria laboral hayan desempeñado actividades que requieren poca calificación, se han visto obligados a trabajar en la economía sumergida o sólo han tenido acceso a ocupaciones temporales, es decir, quienes presentan mayores necesidades en caso de perder el empleo, son también los que se encuentran más lejos de recibir prestaciones tales como subsidios o similares, ya que no reúnen los requisitos solicitados o quedan fuera del ámbito informacional. Gran cantidad de mujeres conforman esta población, por lo que deberían ser el destinatario de acciones y emprendimientos cuyos objetivos sean acercarlas al mundo laboral, ponerlas al corriente de las prestaciones que ofrece la comunidad e incrementar su potencial ocupacional a través de proyectos que intenten soluciones a un tema que responde a múltiples causas. No se trata de victimizar o inculpar a estas mujeres, sino de partir de la base que la problemática es de capital importancia para la sociedad en su conjunto y crear, junto a ésta, alternativas que posibiliten el corrimiento de posición y la adquisición de nuevas habilidades para poder enfrentar el problema en las mismas condiciones que el resto de los grupos sociales. Ya que hay una clara inequidad en el punto de partida, es necesario nivelar los escalones sociales y reducir de esta forma los eventos estresantes y sus perjudiciales resultados.
La propuesta es un grupo de apoyo/autoayuda destinado al grupo de mujeres ya definido, el que desempeñará funciones de apoyo social, creando redes allí donde no las hay, y proporcionando tanto apoyo emocional como material para afrontar el desempleo.
Sus características y objetivos serán desarrollados en el próximo apartado.
Grupo de Apoyo/Autoayuda para Mujeres Desempleadas
La creación de un grupo de apoyo/autoayuda para mujeres desempleadas de bajos recursos económicos y materiales o en situación de precariedad y pobreza en zonas geo-demográficas deprimidas, tiene como objetivo fomentar alternativas al desempleo, brindando apoyo social a través de su inserción en nuevas redes y poniendo al alcance de sus usuarias una mayor disponibilidad de recursos a la hora de enfrentarse a la problemática.
El recorrido ideal que debe seguir dicho grupo es comenzar como grupo de apoyo, donde un profesional lo dirige, pautando sus características y objetivos y formado en un primer momento de un número reducido de participantes, para luego comenzar a desarrollarse como grupo de autoayuda. Este último concepto supone la autogestión del grupo, entendiendo que son sus propios miembros quienes se encargan de liderarlo, delimitar objetivos y planes de acción a seguir, acogiendo después una mayor afluencia de integrantes y prolongándose de esta manera en el tiempo.
Es tarea de los psicólogos implicados en llevarlo a cabo contactar con las primeras mujeres que lo integrarán, siendo éstas provenientes de los listados de desempleados de la zona y mediante el anuncio y publicidad de la creación del grupo. En su comienzo, el grupo estará formado por aproximadamente diez participantes que se reunirán una vez por semana durante tres horas en un espacio cedido por la Oficina de Empleo de la localidad, el Centro Cultural, Escuela u otro organismo público con estructura edilicia. El rol del psicólogo será activo en un primer momento en la demarcación de la agenda y actividades a seguir, en el liderazgo y el implemento de técnicas de afrontamiento, la transmisión de información relevante y la consecuente evaluación de los pasos seguidos por el grupo. Cabe señalar que este grupo no puede ser desarrollado con la sola intervención de los psicólogos. Dentro de un marco interdisciplinario, sociólogos, asistentes sociales, economistas y otros profesionales deben unir sus conocimientos y prácticas para lograr un verdadero cambio social y poder brindar alternativas al desempleo a través de la creación de nuevos espacios laborales, con el consiguiente incremento de las capacidades de quienes acuden al grupo. Así, es posible que los profesionales evalúen las necesidades más urgentes y vean sus puntos sobresalientes, características y diseñen, de acuerdo a éstas, las estrategias a implementar. Deberán delimitarse los intereses de estas mujeres, sus posibilidades de acción de acuerdo a sus experiencias y conocimientos previos en el área del trabajo, para luego planificar cuáles de ellas deben ser modificadas, cuales tienen que implementarse y cuales de las ya existentes deben perfeccionarse. Por supuesto, estas estrategias se planean entre el profesional y las participantes, aunque el primero tenga mayor actividad durante los primeros pasos del grupo. El profesional no dirige, sino que guía a las participantes en aquellas materias en las que éstas todavía no han podido interiorizarse. A medida que las integrantes vayan adquiriendo el dominio de las cuestiones a tratar en el grupo, el profesional se empieza a alejar del mismo, teniendo contactos con él como consultor o participando en cuestiones específicas que requieren su conocimiento especializado. El grupo se va perfilando entonces como grupo de autoayuda y deja su anterior categoría de grupo de apoyo. Es importante para el grupo que todas las participantes puedan acceder tanto al rol de dador como al de receptor, viéndose de esta manera incrementados los beneficios relacionados con cada uno de ellos.
Un aporte de suma importancia de los grupos es la capacidad de generar vínculos entre las participantes y, de esta manera, ampliar las redes sociales desintegradas que caracterizan a quienes se encuentran en el desempleo y, además, privadas por la misma condición económica, de acceder a otros ámbitos donde poder establecer relaciones personales nuevas. Estas redes de apoyo sirven, en primer lugar, para normativizar la situación de estas mujeres, mostrándoles que el problema tiene un alcance social y que no son las únicas que la están vivenciando. De esta manera, compartiendo con otras mujeres las experiencias que tienen en común, junto con las particularidades de cada caso, se comienza a quitar el acento sobre la responsabilidad individual, que ocasiona la aparición de sentimientos de culpabilidad y es a su vez un nuevo origen de estrés. Se crean así lazos identificatorios que promueven la ayuda mutua de las usuarias, siendo el psicólogo quien debe, por medio de técnicas y estrategias de dirección de grupos, fomentar estos vínculos, resaltando los beneficios que de éstos se derivan. No voy a reseñar aquí las técnicas que pueden ser utilizadas, ya que existe gran cantidad de bibliografía en el tema y diferentes enfoques que cada profesional adoptará según sus inclinaciones teóricas. Lo importante es destacar cómo el grupo impulsa a sus miembros a las interacciones con otros que incrementan las habilidades personales de afrontamiento, y son por sí mismas reductores de los efectos nocivos del estrés. Brindándose apoyo emocional mutuamente, estas mujeres podrán comenzar a solucionar poco a poco muchos de los campos afectados. Asimismo, se fomenta la responsabilidad e implicación personal, lo que permite la búsqueda activa de soluciones y el emprendimiento de actividades encaminadas a cambiar la situación. El estar conectadas aumenta el sentimiento de pertenencia al grupo y la comunidad, lo que combinado con los demás factores, aumenta el bienestar y las posibilidades de afrontar los requerimientos del medio.
Pero por supuesto, el apoyo emocional no lo es todo y es solo uno de los objetivos. Que las mujeres acudan a este grupo en busca de alivio y contacto interpersonal no soluciona la problemática ni tampoco logra cambiar las pautas culturales de quienes están implicados. El apoyo social tiene otras vertientes, material e informacional, las cuales deben ser desarrolladas con especial atención en el campo que se está tratando. Los profesionales, al estar inmersos en la temática, están capacitados para brindar a las participantes la información relativa al empleo/desempleo que se encuentra disponible en la comunidad y a la que raramente podrían haber alcanzado a conocer. También, es necesario incrementar estrategias como las orientadas a la búsqueda de trabajo, el desempeño en las entrevistas, el crear contactos con posibles fuentes de empleo y el fomento de actitudes activas en todo el camino hacia el empleo. Por supuesto, pueden incrementarse las habilidades para el autoempleo en aquellos casos que se detecten posibilidades para llevarlo a cabo. Ya que la actuación es grupal, la tarea de guiar a las participantes en este proyecto es de acceso más fácil que tratándose de intervenciones individuales. A su vez, el mismo apoyo y los intercambios emocionales que se va dando en el grupo, hacen que estos impulsos cobren mayores posibilidades de hacerse realidad. Los profesionales son quienes en un primer momento deben detectar este tipo de potenciales en las integrantes, y tratar de hacerlos crecer hasta que puedan llevarse a cabo como alternativa frente a la falta de empleo. También serán quienes acerquen a las usuarias a las bolsas de empleo de la comunidad, tanto públicas como privadas, y generen en ellas una actitud activa. A medida que las participantes vayan superando su condición de desempleadas, irán generando mayor confianza en el resto del grupo y así tomar mayor control y dirección de éste. El siguiente paso es la introducción de nuevos miembros con la consiguiente conducción del grupo por sus propias participantes, quienes pueden acceder al apoyo de los profesionales cuando lo crean conveniente.
Se puede afirmar, entonces, que este grupo de apoyo/autoayuda tiene la capacidad de colmar las necesidades de apoyo tanto emocionales como materiales e informacionales, el que puede ser entendido como un importante instrumento social para la lucha contra el desempleo en las mujeres de escasos recursos económicos y ocupacionales. El que puedan sentir que sus problemáticas no son únicas y que además existe la posibilidad de revertir la situación, junto con el apoyo y la información recibida de las redes, aumenta a su vez los incentivos personales que cada una de ellas puedan tener. Es de capital importancia que las participantes compartan los logros alcanzados y comuniquen a las restantes las estrategias utilizadas y los medios a través de los cuales dicho logro pudo ser conseguido, de modo que todas puedan ampliar las estrategias que han puesto en práctica para la búsqueda y adquisición de un empleo/autoempleo.
Para finalizar, quiero resaltar que la creación de este grupo puede ser entendido como un espacio para el desarrollo de las habilidades personales tanto en el campo ocupacional como en materia emocional, ya que las participantes podrán adquirir no sólo destrezas para la búsqueda de empleo, sino que además se desarrollan las habilidades de comunicación social, el desempeño en diferentes roles y la participación activa en la lucha contra el estrés y las patologías derivadas de éste, lo que las posiciona en una actitud activa frente a su salud. No se trata solamente de que puedan salir de ese lugar marginado económicamente, sino que hagan frente a una situación social de la que no tienen plena responsabilidad pero sí actuación en ella, por lo que pueden accionar dentro de un margen que pueden controlar. El grupo entonces se perfila como una herramienta de acción y cambio social que posiciona a sus integrantes como sujetos activos de la promoción de su propia salud, a la vez que incentiva la participación de los grupos sociales marginados para su propia inserción en la sociedad y el cambio en el estilo de vida.
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